El despacho de tu abogado.
"El único lugar en el que alguien puede hablar con completa libertad es el despacho de su abogado".
Cuello Blanco es una Newsletter sobre juicios, casos, delincuencia corporativa y riesgos penales. Encontrarás publicaciones cuestiones empresariales, procesos judiciales, comentarios a casos concretos y experiencias personales, también alguna opinión.
Nada de lo que aquí encontrarás constituye asesoramiento ni es consejo legal.
Esta Newsletter esta patrocinada por Lecóver, firma de abogados boutique especializada en corporativo y penal económico. Con una filosofía de trabajo que fomenta la creatividad, la excelencia y la especialización.
“Soluciones creativas para problemas complejos. Solo hacemos aquello que sabemos hacer muy bien”
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Esta ha sido una semana complicada. Si, hay muchas así. Esta profesión es dura (muy dura en muchas ocasiones, diría yo), pero tiene algo que engancha, hay que reconocerlo. A todos nos agota pero todos seguimos viviendola con pasión y sin poder apartarnos de ella.
Ha habido varios momentos esta semana que la han hecho más pesada de lo habitual:
A un cliente ha habido que decirle que tiene que soltar pasta si quiere una solución más o menos aceptable. Por aquello de la reparación del daño.
A otra persona he tenido que decirle que no le llevo el asunto, una estafa. Se puso insistente “es que solo quiero que lo lleves tu, es mucho dinero”. Lo siento, pero no. Esta profesión se construye en base a relaciones personales, la cartera de clientes, la cuenta de resultados y la reputación. Tan importante es la confianza del cliente en su abogado como la del abogado en su cliente, y en este caso, era inviable.
Hemos puesto en marcha un concurso de acreedores, y hubo que exponer la situación a los trabajadores. Hubo lágrimas, muchas preguntas y un poco de resentimiento.
Y una llamada de auxilio: “Necesito pasar a verte por el despacho, cuando tienes un rato”, “llámame cuando quieras y me cuentas”, le respondí. “No, no me fio, prefiero que hablemos en tu despacho, dime cuando puedo ir”. Por eso el título de esta publicación.
“El único lugar en que alguien puede hablar con entera libertad, es el despacho de su abogado”. Lo leí en “Cambalache”, uno de los libros de Xavier Melero, que, por supuesto, os recomiendo.
Vista tanto la urgencia como la confidencialidad del mensaje le dije: “pásate esta misma tarde a ultima hora, a partir de las 7, que a esa hora ya no tengo nada y ya hay poca gente en el edificio”. Un abogado tiene que tenerlo todo en cuenta, y la discreción y la confidencialidad son dos de esos valores que debiendo ser inherentes a esta profesión parece que se estén perdiendo.
Como comprenderéis, no puedo contaros mucho acerca ni de esta persona ni de qué me vino a contar. Pero sí os puedo decir que nos movemos en terreno pantanoso. La administración pública, ¿un alcalde, quizás?¿un concejal?¿El secretario de un ayuntamiento? Eso se queda dentro de las paredes de mi despacho y protegido, obviamente por el secreto profesional.
Esta persona, a la que vamos a llamar L.M. llegó a mi despacho pasadas las 7 de la tarde, vestido de oscuro, un tanto desaliñado, ansioso, con una gran carpeta llena de documentación, nervioso, asustado… Yo liberé la mesa, me puse cómoda con toda la predisposición a escuchar y a mantener una conversación que advertía intensa, y saqué mi cuaderno, por si era necesario tomar notas (que casi siempre lo es).
Le dije, “estate tranquilo, cuéntame para que pueda ayudarte y, sobre todo, relájate”. Él me decia, “Cristina, me la han liado, no me puedo fiar de nadie”. Le contesté “aquí estás en lugar seguro, empieza a contarme y vamos a valorarlo todo, con la cabeza fría y con calma”.
Empezó a hablar. Si que se sentía en lugar seguro. L.M. sabía que todo lo que me expusiese en ese momento allí, en mi despacho, quedaba guardado y protegido. Hablamos durante casi tres horas (¿facturables?, de esto hablamos otro día), me contó lo que había venido pasando, lo que había descubierto, lo que sospechaba, también mil cábalas que eran pura imaginación (sí, esto también ocurre), la documentación con la que contaba, lo que le preocupaba… Pidió consejo acerca de cómo actuar a partir de ahora. Revisé someramente la documentación que trajo, el contenido de sus teléfonos móviles, sus correos electrónicos…
Le indiqué cómo proceder, le aconsejé que tuviera cuidado con los mensajes que mandaba y con las conversaciones que mantenía. Le dije que íbamos a valorarlo pero que quizás fuese interesante contar con los servicios de un detective. Él me dijo que adelante con lo que fuese necesario, y me pidió que custodiásemos en el despacho su documentación. De nuevo, para L.M., mi despacho era un lugar seguro para guardar las armas de su defensa; y así lo hicimos.
Después de la intensa conversación le dije que me dejase unos días para revisar bien todo lo que me había llevado al despacho y poder montar la estrategia a seguir y las siguientes actuaciones a llevar a cabo. Le preocupaba cómo hablar conmigo, por si el contenido de su teléfono acababa en una causa penal, le dije que nuestras conversaciones eran totalmente confidenciales, que podía escribirme o llamarme sin preocuparse.
Le acompañé a la puerta y, como siempre, a todos mis clientes, le pregunté “¿te vas más tranquilo de lo que viniste?”, me respondió “la verdad es que sí. No sé qué pasará, pero sí se que estoy en buenas manos”.
Nos dimos un abrazo y se marchó.
La información a buen recaudo y cliente que se marcha más tranquilo de lo que llegó. Misión cumplida.
Al día siguiente nos pusimos a trabajar en el caso.
Gracias por llegar hasta aquí.
Feliz Domingo! ☀️
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